La desilusión no es una razón para alejarnos de Dios. Es una razón para cambiar nuestro enfoque y aprender a confiar en Dios.
Necesitamos dejar de tratar de arreglar las situaciones a nuestro alrededor.
A veces, lo más sabio es dejar de intentar encontrarle sentido a todo en medio del camino.
No todo tiene una explicación inmediata, y vivir exigiendo respuestas puede convertirse en una carga demasiado pesada. Hay conocimientos que no estamos listos para llevar, y quizás, en su gracia, Dios nos protege del peso de saberlo todo. Confiar también es soltar la necesidad de entender.
Esta fue quizá, la razón por la que Dios no quería que Adán y Eva comieran del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. El conocimiento que ellos recibirían era una carga tan pesada que Dios no quería que ellos la cargaran. Y quizás es por eso que nosotros no tenemos las respuestas acerca de nuestras situaciones. Dios no está tratando de ser distante o misterioso o difícil de entender. Él está siendo misericordioso.
No necesitamos conocer el plan para confiar en que hay uno.
No necesitamos sentirnos bien, para confiar que hay algo bueno por venir.
No necesitamos ver evidencias para confiar que esta situación difícil no durará para siempre.
Solamente necesitamos cerrar nuestros ojos físicos y dirigir nuestros pensamientos a Jesús. Y ahora mismo Él esta buscando por alguien, quien sea, quien realmente confié en Él.
En medio de este cruel y loco mundo, tu puedes ser el único suficientemente valiente para confiar en el nombre de Jesús. Toda las decepciones que vivimos a diario no nos deben alejar de Dios, nos deben guiar en otra dirección; escoger confiar en Dios, en sus tiempos y en sus planes.
Eva, pudo escoger entre el árbol del conocimiento y el árbol de la vida, y tu y yo tenemos esa oportunidad de escoger a diario.